domingo, 11 de mayo de 2014

Eurovisión 2014

 Pues ha acabado Eurovisión 2014, sin sorpresas, pero con mucho que comentar. Y como ya se han dicho muchas cosas (y muchas de ellas en Twitter) me limitaré a contarte un poco mi opinión y a acompañarla de buenos tweets que he rescatado de la red.

La ganadora, la cantante de Austria, se ha llevado la mitad de los tweets de los Eurofans ella sola. ¿Por su victoria? No, ¡por su barba! La imagen vende más que nada en un festival de este calibre, y destacar de forma tan llamativa entre las otras dos docenas de participantes le ha conseguido muchos puntos. ¡Y no nos olvidemos de quienes son los votantes! El público LGBT tiene una influencia legendaria en Eurovisión y la visualización de personas con identidades de género tan ambiguas tiene todas las papeletas para obtener un buen resultado.


Respecto a mis favoritas, las rusas, tengo algo muy importante que decir: las votaciones en Eurovisión siempre han sido muy políticas, lo sabemos y nos quejamos por ello. Sin embargo, se ha demostrado que somos los primeros en montar un follón cada vez que a las pobres muchachas de Rusia les daban un mísero punto. ¿Por qué? Por Putin. Sugerencia: Dar ejemplo, y separar la política de la música. ¿Cómo vamos a pedirles eso a los demás, al jurado y a los votantes, si nosotros como público no lo hacemos?


Y ahora, un breve repaso al resto, empezando rápidamente por los Backstreet Boys bielorrusos, que no solo plagiaron el estilo del grupo y la canción, sino que se quedaron en la misma época. La señora de Azerbaiyán muy bien situada en el escenario y muy mal en los resultados finales. Al de Noruega le faltaban vitaminas… o la eutanasia (hubo mucho debate al respecto), porque parecía que le estaba costando demasiado vivir. Los de Rumanía, bastante bien votados para el abuso que hicieron de los “efectos especiales”. Seguro que estos eran de los que llenaban su PowerPoint de animaciones y efectos en el instituto, vista su afición por los brillitos y las desapariciones.


Curiosa la puesta en escena de Ucrania, con su rueda de Hamster y esas cosas. No tenía mucho sentido, pero hacía bonito. Armenia y Montenegro fueron dos muermos del tamaño de las tetas polacas. Maravillosa actuación, por cierto. Y no, de la canción no me acuerdo.


Hablemos ahora un poco de los experimentos cutres. El dance en Eurovisión NO va bien, y los griegos lo han comprobado más que de sobra. La balada postmoderna de Suecia es otro ejemplo, así como el “country-pop” (fíjate bien en las comillas) de Malta.


Las alemanas me parecieron muy originales, y la canción molaba aunque le faltaba fuerza. Las de Hungría, Dinamarca, Países Bajos y Reino Unido fueron otras de las actuaciones, para mí, irrelevantes, aunque vista la clasificación final está claro que mis gustos no cuadran con los de la mayoría. La intérprete de Francia no se merece ni lo de irrelevante y la eslovena daba incluso miedito, con su flauta mágica y sus poderes oscuros.


A lo largo de la noche han llovido miles de comentarios comparando la gala con Los Juegos del Hambre: inicio épico, favoritos muy reñidos, la vuelta al escenario de la ganadora del año pasado… y la intervención de Italia en el show, más llena de clichés que la imagen que tienen en el Capitolio sobre los distritos.


Los más positivos de la noche fueron los de Islandia y Suiza. La canción de San Marino, muy bonita y muy bien cantada. Y los de Finlandia, mis segundos favoritos, lo hicieron muy bien con un género poco visto en Eurovisión, y más del estilo de lo que se puede oír en la radio un sábado cualquiera.


Respecto a España…. Pues no ha estado mal. La chica ha cantado estupendamente, pero la canción era un bodrio y le faltaba la chicha escénica que tenían otras actuaciones más exitosas. Más bien al contrario, la caspa de la puesta en escena recordó a más de uno a Noche de Fiesta y otros shows de finales de los 90.


Y ahora, a llorar hasta el año que viene. Que somos los pobres pringados que, con la mayor calidad vocal, somos superados por un montón de países mediocres por motivos variopintos. De todas formas, tenemos que vivir con ello y adaptarnos mientras dure esta fiebre por el morbo y las puestas en escena impactantes. Y, a ser posible, elegir a un/a representante para el próximo año que pueda competir de igual a igual en este espectáculo televisivo.

Pero yo no dejo de preguntarme, siendo este el año de las tetas y las barbas, ¿para cuándo el año de la música?

viernes, 31 de mayo de 2013

Mi biblioteca: Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea



Ayer terminé de leer “Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea”, y me pareció buena idea escribir mi primera recomendación literaria sobre esta novela. Para un chico que lee una media de 50 historias de fantasía al año, que la primera entrada que escriba trate sobre una novela que se aleja mucho de ese género da que pensar. Desde luego, se merece ese honor.

Lo que se cuenta en la obra son las vivencias de una familia rota por un ataque terrorista, que acabó con la vida de una de las hijas del matrimonio. De modo que el drama, la melancolía y el sufrimiento están asegurados. Sin embargo, sería un error quedarse sólo con eso. Porque la historia la cuenta Jamie, el hermano de 10 años de la niña que vive sobre la repisa de la chimenea. Y a los ojos de un niño, todo se ve de forma distinta. A esta novela más bien amarga, hay que añadirle algunos toques de humor negro y no tan negro. Y, sobretodo, esperanza.

En ella se hace evidente la importancia de las pequeñas cosas de la vida: Una camiseta de Spiderman, un pequeño lunar sobre el labio, un mensaje escrito en el vaho de la ventana o un anillo de blu-tack. Cualquier detalle, por insignificante que parezca, puede darnos la felicidad, y cambiar nuestra forma de ver el mundo.

Para recomendarte este libro, usaré las palabras de Jamie: “Satisfactorio. Bien, pero tampoco para tirar cohetes. Pero a mí con eso me vale.” Porque en la vida no todas las cosas son maravillosas y espectaculares, pero pueden hacerte un poco más feliz.

lunes, 20 de mayo de 2013

Eurovisión 2013


El pasado sábado se celebró Eurovisión en Suecia, y me reuní con @Mystessa_ y @sariliciouus para ver la gala y comentarla en directo.  Al ver la enorme diferencia entre nuestros favoritos y los de toda Europa me vi obligado a escribir esta entrada para dar mi opinión sobre los artistas, empezando por la ganadora:

¿¡Qué!? ¿¡En serio esa era la favorita!? ¿¡Y en serio ha ganado!? No puedo decir nada aparte de que no me gusta su rollo de Hermione Granger perroflauta. Creo que habían mejores voces, mejores espectáculos, y mejor todo en las actuaciones de otros países. En fin, por muchos años que me pasé viendo Eurovisión, nunca lo comprenderé del todo.

La chica moldava lo hizo muy bien, y la escenografía de su show fue espectacular. Tampoco tengo quejas de la ucraniana, o las baladas de Georgia e Islandia (aparte del aburrimiento, quiero decir). Pero podemos parar ahí.

Francia envió a una imitadora de Courtney Love durante su peor resaca; Reino Unido, a una vieja gloria inflada de botox y Bélgica, a un clon feo de Justin Bieber y a sus bailarinas, que no paraban de quejarse de problemas de tránsito intestinal.


El señor lituano no cantaba en absoluto; hacía cualquier otra cosa pero cantar, no. La de Rusia no podía ser más triste y tengo una laguna que dura exactamente los 3 minutos que se pegó cantando quienquiera que fuera por Estonia.

Finlandia envió a una rubia de bote que plagió el Hot N Cold de Katy Perry incluyendo besos lésbicos y cambios de sexo en directo para despistar. Por Armenia fueron unos rockeros que tienen de rockeros lo que yo de multimillonario. Bonito entrecejo el del vocalista, por cierto. Respecto a Hungría nada que decir, aparte de que me habría gustado estar allí en directo con un bidón de gasolina para acabar con semejante espécimen de moderno.

La de Bielorrusia era una buenorra un poco estática que cantaba decentemente aunque, no nos vamos a engañar, sus mejores atributos no eran los vocales. Muy feliz el tema de Malta, alegre y de calidad. Del sueco mejor no hablar; estoy aburrido ya de ver chicos de precario talento vestidos en plan peli futurista de bajo presupuesto.

Para performances buenas las de Alemania y Azerbaiyán, muy curradas y profesionales. Y para gilipollas, el italiano. Que sí, muy bonito tema y muy bien interpretado. Pero su cara de culo al recibir los 12 puntos de España fue digna de un sillazo.

Ahora toca hablar del señor de Rumanía. El rey del infierno gay. El Lord Gaga frustrado. Su vestuario de pedrería, sus condones usados colgando del techo, sus bailarines nudistas y su canto al hacer lo que le sale de su desvarado culo. Nos pasamos toda la actuación ojipláticos y boquiabiertos.


Los marineros griegos y su bailecito no estaban nada mal, muy divertidos, y la balada-dance de Noruega resultó para mi gusto muy fresca y original. Mi canción favorita: la de Países Bajos. Gran intérprete y gran tema. Me gustó tanto la sencilla puesta en escena como el talento de esa mujer. E Irlanda, sinceramente, me la suda. Ni recuerdo el tema que cantaron ni, probablemente, me interese.


Respecto a España… La muchacha de El Sueño de Morfeo estaba más desafinada que una gallina violada por un paleto. No hace más que confirmar lo que todos sabemos ya: 1- Que los de TVE tienen el criterio en el trasero a la hora de elegir representantes. 2-Que si no cantas en inglés te comes una mierda. 3- Que no es el amarillo lo que da mala suerte en escena, sino la escasez de talento.

En nuestro país hay muy buenos artistas, así que mejor nos dejamos de favorcitos a grupos de tercera y damos paso a alguien que pueda hacer un buen papel en Eurovisión. Nuestro prestigio en Europa se desmorona por todos lados. Ya sólo nos queda el fútbol.

miércoles, 24 de abril de 2013

La adolescencia me pone


La adolescencia es un periodo muy complicado: cambios en el cuerpo, en la mente, hormonas revolucionadas… Todo el que lo ve desde fuera opina que los adolescentes son algo así como hijos de Satán. Y es, al menos en parte, cierto.

Esta etapa es conocida por lo que los psicólogos denominan ambivalencia. Es, para que me entiendas, hacer y pensar cosas contradictorias todo el tiempo. Y esto causa mucha inestabilidad emocional, en el adolescente y en su entorno. Por eso todo el mundo trata a los jóvenes con recelo, con cierto miedo a que les de algún tipo de brote psicótico y tengan que llamar a la policía.

Pero la adolescencia no es sólo eso. Es una etapa en la que las personas se sienten llenas de energía, con ganas de hacer y deshacer cosas a su alrededor. Se viven deseos muy intensos, explosiones de actividad y una despreocupación por el futuro que no deja lugar a nada más que a vivir el momento. Y esa vitalidad es muy contagiosa. Por otra parte está el aspecto sexual: las cosas se viven de otra manera, hay mucha ilusión, nervios, ganas de experimentar… cosas que se van perdiendo con el tiempo.

La madurez acaba llegando, y poco a poco se va ganando estabilidad y complejidad en las ideas y las acciones, lo que es innegablemente bueno (imagina una edad del pavo eterna… ¡ufff!). Pero, ¿qué quieres que te diga? A mí, la adolescencia, me pone.

domingo, 7 de abril de 2013

Pokémon de mi corazón


Existen cientos de Pokémon ya, muchos más que cuando salieron a la luz en 1996. En su origen, estás criaturas inundaron el mundo a todos los niveles: Videojuegos, revistas, comics, televisión… Los niños jugaban sin parar, a través de sus dispositivos electrónicos o fingiendo ser entrenadores en el mundo real, disfrutando de cada momento y viviendo experiencias increíbles e importantísimas para un niño. Han pasado ya más de 17 años, y los personajes que protagonizaron mi infancia se han mantenido vivos en las consolas de las generaciones posteriores, llegándose a multiplicar de una forma inimaginable en las últimas décadas.

Los juegos han perdido ya su gracia, y los Pokémon no son lo que eran (A mí que no me compares a Pikachu, Charmander o Lapras con los nuevos monstruitos que han creado los de Game Freak). Aún así, está claro que no hay quien los derrote. Es, sin duda, una de las series de más lucrativas de todos los tiempo, y continúan vendiendo millones de videojuegos cada año para todos los soportes de Nintendo, incluyendo nuevos episodios para cada una de las consolas que salen al mercado.




Sin embargo, echo de menos aquel grupito de 151 Pokémon que me acompañó en la infancia, aquella maravillosa lista que empezaba con Bulbasaur y terminaba con Mew, y que todos los niños se esforzaban por aprenderse de memoria. Recuerdo las luchas en los gimnasios, las estresantes búsquedas para completar la Pokedex, la ansiedad causada por la cuenta atrás de la Zona Safari, o el profundo terror que te ocasionaba la inesperada aparición de tú rival cuando más débil estaba tu equipo.

El espíritu de los juegos se ha mantenido, pero claramente la magia de las primeras ediciones no ha llegado a los actuales compradores de videojuegos, más centrados en los increíbles efectos de imagen y la complejidad adquirida con los años de evolución de la saga. La última y muy gay evolución de Eevee, o la presunta nueva forma de Mewtwo son un claro ejemplo de cómo Pokémon ya no es lo que era.



Yo, sin embargo, seré siempre fiel a la saga. Y mantendré esa primera lista en la parte más friki de mi corazón.

miércoles, 3 de abril de 2013

Un café con Javs: El compromiso


“Hablemos del compromiso; del valor de la palabra, los tratos, los pactos, las promesas… ¿Hasta qué punto es importante cumplirlos y cuando puede hacerse una excepción?” Así comencé la conversación que tenía pendiente con Javs, un joven amigo que, sin embargo, es mucho más sabio que muchos de quienes superan su edad por décadas.

“Desde mi punto de vista, hay pocas cosas más valiosas que la palabra cumplida. Si yo te prometo algo y lo cumplo habré demostrado mi buena fe, un inquebrantable compromiso con mis ideas y te haré saber que puedes confiar en mí sin reservas”, le dije.  Tengo que reconocer que le propuse esta cuestión por motivos poco inocentes. Me había dado plantón el día anterior, y quería picarle un poco con el asunto. Sin embargo, y cómo siempre, Javs se mostró tranquilo al expresar sus ideas. “Puedo confiar en tu palabra, pero no en ti”, me responde. Así es él, le da vueltas a lo que digo para poder utilizarlo en mi contra. Y lo hace de miedo.

Javs insiste en hacer una distinción, una escala de grados en cuanto a los compromisos. Así tendríamos por un lado las cosas cotidianas y, por el otro, los grandes momentos en los que el cumplimiento de la palabra es realmente importante. Yo no estaba para nada de acuerdo, pues pienso que todos los compromisos son igual de importantes. “¿Confiarías en una persona que cumple sólo con las cosas importantes y te falla en el día a día?”, le pregunté. “¿Y en una persona que siempre hace lo que dice que va a hacer, salvo cuando es algo realmente valioso? Yo no, porque eso implicaría tener amigos para ir a vengar el asesinato de mi madre y otros para ir a tomar una coca-cola, y eso no me vale.”

Creo que Javs captó mi indignación porque su respuesta a eso fue muy cordial: “Obviamente hasta a las pequeñas cosas se les tiene que dar importancia”. Pero luego cometió el error de poner un ejemplo de algo que él considera poco importante para ilustrar su opinión original. Y no digo que su ejemplo sea erróneo, sino que no fue muy buena idea decírmelo a mí.

“Mientras estaba en bachillerato mi mejor amiga y yo estábamos todo el tiempo juntos. Ahora nos vemos menos, pero tanto ella como yo sabemos que estaremos cuando haga falta. Ella me puede fallar a veces y proponerme cambiar los planes para poder quedar con otra persona, y eso me jode, claro que me jode, ¡son planes! Pero le quito importancia porque no es algo que vaya a determinar nuestra relación.”

Tras respirar hondo, respondí: “Entiendo tus palabras, pero no estoy de acuerdo. ¿Por qué motivo querría alguien que te aprecia cambiar lo que te había prometido para hacer lo mismo con otra persona?” Javs siempre tiene una respuesta para todo y, cómo no podía ser de otra forma, me la dio: “Porque sabe que yo no voy a dar gran importancia a eso. A veces damos prioridad a otra gente, no porque sean más importantes, sino porque sabemos que con los otros hay confianza suficiente. Prefieres cambiar los planes con personas que no te van a fallar.”

“¡En mi idioma eso es ser un calzonazos!”, respondí. Aquí se hace evidente a lo que me refería al principio de la entrada con respecto a la madurez. Javs se ha tomado la conversación con calma y me ha estado contando sus ideas y escuchando las mías, mientras yo rebuznaba al otro lado del PC. “Por mucha confianza que haya, una palabra es una palabra. Si yo he quedado contigo para ir al cine, y se planta el puto Rey de España en mi casa a comer galletas, yo le diré que tengo planes y que si puede pasarse en otro momento. En algunos casos es imposible cumplir lo prometido, pero la mayoría de las veces la elección es libre.”

Tras calmar un poco mi mal humor retomé mi argumentación con más calma: “La idea que pretendo defender es que si una persona se ha comprometido a algo, y no hay nada que le impida cumplir su palabra, debería hacerlo.” “En eso estamos de acuerdo los dos”, responde Javs,  sin dudar. ¡Aleluya! Estamos de acuerdo en algo, esto sí que es un milagro de Semana Santa.

Lo siguiente que dice este chico es: “Lo que no veo bien es, por ejemplo, que la persona que sí le da importancia al cumplir su palabra sea de los que no la cumplen. Tú manera de pensar y actuar tiene que ser la misma.”  ¡Ja!, esta es la mía. Por una vez seré yo el que le dé una vuelta de tuerca al asunto: “Si yo siempre cumplo mi palabra y además valoro que tú lo hagas, y tú no eres así de estricto ni con tus promesas ni con las de los otros, ¿cómo vamos a llevarnos bien? Ni tú valorarás mis esfuerzos ni yo estaré contento con lo que haces.”

“Pero es que eso tiene que ir con uno mismo. Cuando yo cumplo una palabra lo hago por mí, no espero que la otra persona me lo reconozca. ¡Eso tiene que ser algo persona!” Este ha sido uno de esos hermosos y fugaces momentos en los que Javs muestra un poco de la ingenuidad que alguien de su edad debería tener. Angelito… “Y en cuanto a lo de llevarse bien, créeme, que eso no es un factor determinante. Es imposible estar con alguien igual que tú, con las disputas y los debates se aprende mucho. Son otras perspectivas”. ¿Ves? Ese efímero momento ya ha pasado.

Ahora me toca a mi rectificar mi postura, y para ello recurro a mis conocimientos de cuasi-psicólogo: “No hablo de personas totalmente iguales, sino con una forma de pensar similar con respecto a las relaciones. En relaciones de pareja, por ejemplo, está probado que si las expectativas que tiene cada miembro sobre la relación coinciden, esta tiene más probabilidades de éxito. Todas las relaciones se componen de dos personas que ponen en juego sus recursos para obtener el mejor negocio posible con los recursos del otro (ya sea compañía, sexo, dinero…). Si yo cumplo mi palabra, y tú no la tuya, me sentiré injustamente tratado.”

“Según eso, tu recibirías algo a cambio, ¿no? Te compensará”, dice Javs. Y no le falta razón, si recibes algo diferente de la otra persona puede que compense. Pero lo cierto es que no siempre sucede así: En el plan de Javs de llegar a un acuerdo entre las partes en cuanto al nivel de compromiso falla algo: que ninguno de los dos querrá ceder porque creerá que su posición es la razonable. Así se acaban muchas relaciones, en todos los ámbitos.

Mi amigo insiste en la diferencia entre los pequeños sucesos cotidianos y los eventos importantes, y yo sigo defendiendo que todo es lo mismo: “Las diferencias podrían estar en las condiciones en las que se incumple la palabra, más que en el objeto del compromiso. Si me es imposible ser consecuente con lo que he prometido, o te aviso con tiempo para rectificar, no es lo mismo que si no lo hiciera”. Aquí la conversación llegó a un punto muerto, porque cada uno creía firmemente en la posición que defendía.

Después de hacer algunas matizaciones más, Javs comenta: “Yo valoro más que se hagan las cosas sin el compromiso de una palabra, por iniciativa.” Y ahí no tuve otro remedio que darle la razón, aunque este será, con suerte, el motivo de otra larga conversación con este chico.

“Creo Javs, que ya está todo dicho”, le comenté después de más de hora y media charlando. “¿Algo más que añadir?” “Nada más”, respondió.

Independientemente del motivo de la conversación, siempre llego a la misma conclusión cuando hablo con Javs. Y es que conocer las opiniones de los demás, e intentar entender los pensamientos del otro, es algo muy valioso e importante. Pero en ningún caso significa que vayan a cambiarse las ideas de alguno de los interlocutores. El mundo es grande; las opiniones, diversas; y Javs y yo siempre estaremos ahí para buscarle los tres pies al gato.

Ese es un compromiso al que ninguno de los dos va a faltar.

Egocéntricos radicales


¿No te encanta la gente que anda siempre con el “Pues yo más” en la boca? “Pues yo más”, “Lo mío es peor”, “No sabes cómo estoy yo”. Egocéntricos radicales, los voy a llamar. Y es que hay personas que viven en una competición perpetua por quien tiene las vacaciones más largas, la pareja más cutre o las mejores notas. Cualquier excusa es buena para demostrar su superioridad en algo (o su inferioridad, disfrazada).

Los egocéntricos radicales son como los niños-burbuja, con la pequeña diferencia de que su burbuja es mental. Han delimitado un espacio personal en el que todo se magnifica, y aquello que queda fuera de su región particular no es digno de la más mínima atención. Al fin y al cabo, teniendo la vida más espectacular o la más difícil del mundo, raramente querrán centrarse en ninguna otra cosa.

Resulta irritante estar hundido en algún problema, contárselo a un amigo en busca de apoyo, y que te interrumpa con un “Eso no es nada, yo lo estoy pasando mucho peor”. Y es entonces cuando tu inquietud pasa a un segundo plano, y empieza a contarte todas las desgracias que le han acontecido en las últimas semanas (desgracias de las que te ha mantenido informado a tiempo real, pero que se molesta en recordarte para que no se te ocurra de ninguna manera anteponer tus preocupaciones a las suyas).  Deprimente.

Quiero creer que en algún momento estas personas cogerán perspectiva, y verán que son solo una pequeña parte del mundo. Importante, sí, pero pequeña. Ni los planetas, ni sus seres queridos, ni siquiera su propios problemas, giran a su alrededor. Y más vale que despierten pronto, o alguien tendrá que pincharles su burbuja.